viernes, 1 de abril de 2016

El Grito.

Mira esta obra. Seguro ya la habrás visto. Mira detalladamente. No uses la mente para verla, usa algo más. Imagina que eres tú el que la pintaste. Siéntela. 






Ahora, ¿qué te pareció?





Yo siento que el autor, Edvard Munch, despertó pintando esto. Se iluminó.

Siento que quería expresar su profundo amor por la vida misma, pero no hallaba cómo. Eso lo tenía desesperado. Siento que primero pinta el paisaje, se imagina los colores del ocaso, ese beso que nos da el sol cuando se va a dormir. Las buenas noches que nos da el sol. Un cielo de oro, de colores. Luego se hace una pregunta, ¿dónde estoy?. Estoy en un puente sobre un hermoso río, contemplando la simpleza y el perfecto orden de la creación, se dijo. Efectivamente procede y pinta el puente y el río usando la cromática más acorde para tanta belleza.

----Listo, la obra está terminada--- se dijo.

Pero pasaron los minutos y una chispa provocó el incendio.

---¡No! algo falta---  exclamó, como experimentando una epifanía.


Con la mente en blanco, procede a continuar con su obra. La mano sola comienza a pintar un extraterrestre. ¿Por qué un extraterrestre? pues, quería traer a alguien que nunca haya visto algo igual. La respuesta la deja plasmada en el rostro de aquel extraterrestre; una expresión de asombro. Esa expresión me lo dice todo. Cuando hay algo que simplemente te deja sin palabras y te llena el corazón ponemos esa expresión. El extraterrestre jamás había apreciado tanta belleza, tanta gratitud... Jamás había sentido su corazón tan lleno. Y lo único que pudo hacer fue: gritar.





Así lo he sentido yo, es mi verdad. Y si usted lo sintió de una manera totalmente diferente a la mía, eso también es verdad.

Pero si te pones a pensar la obra... Te pierdes la experiencia.

El otro día discutí con una amiga sobre esa obra. Yo me adelanté y le dije cómo la había sentido. Simplemente me dijo que yo estaba errado. Empezó a hablarme de tecnicismo. Me dijo que es una obra enfocada en el expresionismo. También me dijo otras cosas pero ya me había matado, simplemente no le presté atención, para mí fue como una brisa cada palabra que dijo. Sí, una brisa, o mejor dicho, fue como si nadie me estuviera hablando; ya ni quería seguir hablando de eso.



Muchas veces pensamos tanto las cosas y por eso nos cerramos al aprendizaje. Muchas veces solamente somos teoría con cosas que no pueden ser teóricas. Por eso pretendemos buscar unión y nos encontramos con facciones. Los psicólogos solamente comparten con psicólogos, el beisbolista, el escritor, el ingeniero... Cada cual anda con sus iguales, porque son los únicos que pueden entenderlos. Siempre quieren hablar técnicamente. Si preguntas por el muchacho que no sabe lo que quiere, sale el psicólogo y comienza a hablarte del síndrome obsesivo-compulsivo y las maneras en que la conducta afectan el discernimiento. Si viendo un partido de fútbol tu equipo recibe un gol, sale el futbolista a hablar de automatismos defensivos inexistentes en el campo y que por eso han recibido un gol. Si tienes un dolor, el amigo doctor comienza a hacerte un interrogatorio, ya empieza a querer hacerte un diagnóstico. Tal vez quería que el psicólogo me dijera "yo también he estado así". Con el futbolista simplemente quería una mentada de madre porque acaba de recibir un gol nuestro equipo favorito. Tal vez si el doctor me hubiese dicho "si eres guevón muchacho tú no tienes nada"...

Digo, a veces le pregunto a la persona sobre su ámbito profesional, precisamente para saber sobre qué cosa no quiero hablar.

No quiero hablar con una computadora. Con un robot. Tampoco quiero hablar con un libro.

Quiero hablar con un ser humano.

Tal vez los metas en un país de robots y podrían jurar que están tratando con seres humanos, que todo está normal.


La única manera de distinguir al ser humano de todo lo demás, no es porque piensa. Es porque siente.




Siento yo.