martes, 9 de enero de 2018

El origen, los cantores

¿De dónde vienes tú?

Parece que vienes de Jerusalem, has venido a bendecir a tu paso. No pides nada a cambio, creo que vienes de Belén. Un milagro que me ames. Eres del Roraima, del Himalaya, no sé, pero desde tu origen vienen también los cantores.

Tanto tiempo ya sin comer. Había olvidado todo, hasta para qué sirve el alimento. Mi alma pobre en su lecho de muerte, vagando en el desierto, sedienta y hambrienta. Sin embargo, nunca muere. Estoy hecho de la misma sustancia que tú has venido a traerme. Estoy hecho de la misma sustancia, todo aquello que te puedo dar.

A veces no camino, sino que voy rodando por mis barrancos, caigo en mil y un abismos. Mi sospecha, es que mi corazón veraz y valiente siempre me salva. Nunca aspiro a grandes cosas, al contrario, te hice una fiesta humilde: en mi mano derecha una jarra de vino, en mi mano izquierda un plato de arroz. Lo único que tengo para ofrecer. Quisiera darte palacios y jardines, pero es verdad, querer algo no es lo mismo que hacerlo. Sin embargo, vienes a la pequeña fiesta que te hago, te alegras y mi pequeño corazón se hace grande cuando me levantas.

Estamos aquí, a plena conciencia. Nos reímos del pasado, cuando apegados y cegados, nos conseguíamos un castillo de sufrimiento.

No somos perfectos, ni tú ni yo. Ni buscamos la perfección. Sufrimos bastante para agrandar nuestras copas. Besos, miradas y sueños... Con pericia llenamos nuestras copas hasta el tope, sin rebasar. Somos carne pero serenos como un lago. Los cantores nos vigilan y se alegran al ver que hacemos las cosas bien.

Ellos sí son perfectos, y de tal manera son sus obras. Cuando nos vieron felices con nuestras soledades, luego de haber aprendido lo necesario... Fue ahí cuando bajaron y entonaron sus melodías en nuestros oídos.

Fue la curiosidad por saber de dónde venían esas notas celestiales. A corazón y sinrazón nos buscamos.

Ahora solamente tengo un juego: adivinar tu origen.