sábado, 14 de julio de 2018

Ganancia para el andariego.

Me tengo despierto sabiendo lo que cuesta mantener la conexión de los que primero lloran y después ríen.


Me tocó irme lejos, tan lejos que el odio ahora me ama, me llama. Preferiría ser el culpable, por razones personales y no por compasiones, y que me vean saltando obstáculos pero cuando amo, amo desde la pradera.


Mi ventaja es saber el valor de quien me acompaña. Siempre tengo nuevas rayas.


No tengo que reír ni nada que mostrar. Con el miedo ya hago malabares mientras mantengo el equilibrio en una cuerda floja. No conozco el límite todavía, sigo practicando.


Me daba pereza ser creador y juntar grano por grano, pero un día le quité la atención al proceso fastidioso. Hice la modestia, y dormido, seguía emanando calor, seguía creando. Ya no recuerdo el inicio.


Mi mentón no sube hasta el cielo, los recuerdos son células en mi cuerpo, por tanto, no están en mi mente. Los llevo en mis ojos, mi cabello y mi piel.


Parecían necesidades pero eran sólo pensamientos.


Las corrientes de aire que me alimentaban ya no están. Todas las miradas que tenía, ya no están.


He sacado el símbolo de la balanza, por eso no hay preguntas entre lo perdido y lo ganado.


El puesto que usurpaban mis dictadores, ese espacio en mi espalda donde dejaba que se apoyaran el timbalero y 100 parásitos más.


Un millón de cosas nuevas y ganancias en respeto. Cosas que le faltaban a mi diario.