sábado, 21 de febrero de 2015

Post-ayahuasca

Segunda vez que tomaría ayahuasca, esperé mucho ese día. Tenía un propósito: conocer a mi maestro. Pero un aprendizaje, esos que son pequeños pero son una parte fundamental de la vida. A veces la cosa cambia y tienes que adaptarte.

Soy un adicto a los apegos. Tengo un corazón infantil, una mente que se odia a sí misma, se destruye, se ignora a sí misma. Se auto-observa con mirada impía, una mirada que fácilmente te hace llorar del miedo, como si fueras un niño otra vez y quieres recurrir a los brazos de tu mami para sentirte seguro.

La noche comienza, una soledad te invade, te hace desconfiar... Parece ser que algo más allá de la inteligencia mundana, me hizo cometer un acto que no tenía pensado. Me encontré con ciertas cosas, una impotencia me invadió, me quitaron el tiempo por unos 30 minutos. En esos treinta minutos, todo el odio de mi vida se apoderó de mí. En una ocasión de mi pasado sentí un odio similar, en aquella ocasión yo rompí la puerta de mi cuarto con golpes, la ira se apoderó de mi mano y hice cosas que me dieron tanto miedo... La mano terminó destrozada, no sentía dolor en ella, solamente temblaba, como si mi mano fuera un individuo aparte y estuviera en estado de shock. En aquella ocasión tuve una catarsis, decidí cultivar la paciencia y benevolencia, jamás caería en situación similar.

Pero volvamos a esta noche, tuve un lapso peor que el de aquella noche en que la puerta de mi cuarto fue la víctima. Esta vez, fue el piso y mi cuerpo, claro, la víctima. Lloraba de odio, no aguantaba un minuto más así, se rompió todo en mí, miraba al cielo y gritaba que no quería sufrir más, ya no más por favor, no puedo más. El fuego quemó todo, ni cenizas quedaron, era yo el piso ese que golpeaba... Un piso duro e infértil.

Fui bendecido, el cielo me escuchó, el cielo se dio cuenta que ya no podía odiar ni sufrir más. Había ya incluso sobrepasado mi límite. Comenzó ahora la vuelta, ahora me reía sin razón, le pedía al cielo que quería ser libre, pero quería ser libre con su voluntad en mi corazón, porque, de qué sirve ser libre si no eres guiado por el cielo? Qué podrías hacer?. Eso me explicaba la ayahuasca. Pero todavía no terminaba ahí, faltaban otras cosas, mi cabeza se dividió y empezó a odiarse a sí misma, pero yo tenía una sonrisa en el rostro, creo que eso le molestó aún más, y entre tanta pelea, apareció algo que puso fin a la disputa y dijo "no te das cuenta que eres uno solo? De qué te sirve pelear? Detén la pelea, amate desde la uña hasta el insconciente" y sentí una vibración que se extendió hasta al plano mundano, porque la banquita donde yo estaba acostado también tembló. Pero lo peor venía, mientras estaba con los ojos cerrados, aveces los abría pero no tenía nada que ver, todo estaba desfragmentado y tenía que adentrarme más... Entré a un mundo que, creo que es lo más oscuro de mi ser, porque no sentí tanto miedo alguna vez en mi vida. Eran pulpos de piel rosada, y en la piel tenían púas, como si tuvieran un esqueleto que los convertía en cuerpoespín. A todo esto, la sonrisa siempre se mantuvo dibujada en mi rostro, porque de todas formas, el cielo me protegía. Y protegerme de mí mismo! Qué cosas uno descubre, que no somos solamente anatomía, somos muchas cosas más. Y si se rompe el equilibro entre esas "cosas", entonces todo tu cuerpo comienza a odiarse a sí mismo, aunque no te des cuenta de eso.

Es el trabajo más duro de mi vida, superar mi adicción a los apegos. Tuve revelaciones esa noche, pero el trabajo apenas comenzaba. Todavía estoy trabajando y me falta un montón todavía, y tengo que agradecer al cielo por abrirme el camino a superar este mal de males. No hay un buen cierre en este escrito, pues todavía no hubo cierre alguno.

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