lunes, 28 de agosto de 2017

Las Locuras Del Hombre Blanco

     El reloj marca las 3:30pm. Despierta de la siesta exaltado por haber tenido una pesadilla; una extraña sensación de que todo acaba. Domingo 24 de agosto del año 2020, era un día raro y Richard Danneberg lo sabía. Se acerca al balcón de su apartamento en New York para fumar un puro, la cual era su costumbre. Todavía somnoliento, percibe que en las calles la gente está en zozobra, piensa "algo debe estar pasando", enseguida va hacia la sala y enciende el TV, sube el volumen al 100% y coloca el canal de las noticias.



Mientras fumaba, escucha la voz del presidente Donald Trump:

- Americans citizens... The end is coming. The world is at war. God bless everyone



Enseguida despierta Richard, "¿Por qué el presidente dice esas palabras? ¿Será esa la razón del caos que observo en las calles?"... Seguía fumando, mientras pensaba. A lo lejos se escuchan aviones supersónicos que sobrevuelan la ciudad, Richard levanta la vista y contempla el cielo, minutos después observa lo que parece ser un misil transportador de ojivas nucleares, y cada vez son más los misiles que invaden el cielo americano. Impactado por la imagen y sus ojos secos por la imposibilidad de parpadear ante la inminencia que se aproximaba... El tiempo se detiene para Richard, rememora toda su vida en un segundo, todos los momentos que fueron, son y serán:



Vuelve a su infancia, recuerda todas las almas con las que alguna vez compartió. En cámara rápida, se recibe a sí mismo, viendo su vida como un testigo, pero todo se detiene cuando tenía 35 años, y una voz desconocida le resuena:



"El hombre blanco va a acabar con el mundo. El hombre blanco va a acabar con el mundo. El hombre blanco va a acabar con el mundo"



"Era el año 2010, Richard viaja a Sudamérica, Específicamente a Maicao, Colombia. Era un hombre emprendedor que no dudaba en tomar riesgos, fue al mercado negro sudamericano en busca de las máquinas del bitcoin. Adentrándose en las profundidades del mercado negro, Richard adquiere cierta cantidad de máquinas, valoradas entre 100-300$ pero mientras negociaba, no pudo evitar entrometerse en una conversación ajena:

- Tienes que tomar ayahuasca Kike, cambió mi vida para siempre -Así le decía el hombre desconocido a Kike, quien era el encargado de entregarle las máquinas a Richard-

A lo que Richard dijo:
- Disculpa, he leído sobre ayahuasca en la web, ¿Sabes dónde puedo conseguirla?
- Claro, debes tomar camino hacia Leticia. Pregunta en las terminales y encontrarás la forma de llegar allá. Parce, apenas llegues allá, pregunte a cualquier indígena por el yagé y procure caerles bien, no sea cara e' chimba -Dijo el hombre desconocido entre carcajadas-



Pensaba Richard si emprendía ese viaje o volvía a su hogar. Se convenció a sí mismo pensando "ya estoy aquí, sé hablar español y tengo dinero. No necesito más, la aventura me llama"


Emprendió el viaje, arraigado a su bolso con sus máquinas, recelaba siquiera que alguien pensara qué contenía. Mientras pasaba por alcabalas, el personal de seguridad desconocía la razón y el valor de dichas máquinas, por lo tanto no tuvo ningún problema.



Richard llega a Leticia, mientras las gentes lo observaban sin disimulo por ser gringo:

- Dame una cajetilla de cigarros -Dijo Richard a un vendedor ambulante que pasaba por la sala de espera de la terminal-

Hace el pago y enseguida le insiste al vendedor:

-¿Sabes dónde están los indígenas en esta ciudad?

El hombre ríe a carcajadas al escuchar eso y dice:

- Salga a las calles hombre, camine un poco y los encontrará. Son fáciles de distinguir entre la muchedumbre, ¿no?



Dicho y hecho, Richard sale a las calles y se topa con una familia indígena:

- Hola -interrumpió a la familia- ustedes pueden ayudarme, estoy buscando yagé, ¿saben dónde puedo encontrarlo?

Enseguida la familia ríe a carcajadas, Richard no pudo evitar sentirse estúpido, ya que todos ríen con sus preguntas.

- Yo puedo ayudarte -dijo el hijo de la familia, un joven de al menos 20 años de edad- tengo que llevarte a casa del abuelo, está lejos del centro de la ciudad, ven conmigo.


Richard le agradeció al joven, y entre desconfianza e inocencia, emprenden el camino a la casa del abuelo del joven. En el camino, Richard observaba la cotidianidad de la gente, que parecían estar alegres con tan poca riqueza material, evidentemente, era un mundo aparte del que estaba acostumbrado en su gran ciudad.



Casi 1 hora después, llegan a lo que parece ser una choza en una sabana.

Antes de llegar, el joven le advierte a Richard que no actúe extraño, que sea él mismo:

- Abuelo Wamán ¡mira quién llegó! dame un abrazo
- Qué grata sorpresa -dijo el viejo- hace días soñé contigo, cómo estás? tenemos visitas?
- Sí abuelo -dijo el joven excusandose- te presento al señor Richard, vino buscando yagé y tú puedes ayudarlo
- Un placer señor Wamán, yo soy Richard. Vengo a comprarle un poco de yagé, dígame qué precio tiene.
Dijo esto Richard, y el joven y el viejo rieron a carcajadas:
- Mira mi casa, mira mi estilo de vida, ¿crees que me interesa el dinero? y otra cosa, el yagé no es algo que puedes comprar como en un mercado, tienes que venir conmigo y verás de qué trata.
Richard pensó "definitivamente soy un estúpido", guardó su dinero y se dispuso:
- Dígame, qué debo hacer?
El viejo Wamán pareció no prestarle atención y se dirigió a su nieto:
- Wizumo, quédate en mi hogar, tengo que emprender un viaje, me gustaría encontrarte aquí cuando regrese.



Dijo esto el viejo, tomó lo que parecía ser un collar o escapulario, tomó algo parecido al tabaco y otras cosas más y le pidió a Richard que dejara sus cosas en la casa ya que no iba a necesitarlo en el viaje. Richard insistió en llevar su bolso y sus cosas consigo.

El viejo Wamán, mientras reía, dijo: El hombre blanco definitivamente está loco.


Se dirigieron a un río que quedaba a 15 minutos caminando. Tomaron una canoa y emprendieron el viaje fluvial:

-Richard, a partir de este momento comienza tu preparación para el yagé, escuchame atentamente -Dijo el viejo mientras remaba- tienes unas prohibiciones que acatar, si fallas, el viaje habrá sido en vano, son las siguientes:
* No puedes masturbarte ni tener sexo o pensamientos pecaminosos
*  No puedes comer ningún tipo de carnes
* No puedes drogarte ni consumir alguna sustancia que perturbe tu serenidad mental
* En el camino, pide constantemente al gran espíritu que te conceda el permiso para tomar yagé y demuestra que eres digno de ello

Richard prestó atención y no tuvo preocupaciones, pues no se drogaba ni tampoco pensaba tener sexo ni masturbarse en medio de la selva. No obstante, sí le preocupó que no pudiera comer carnes:

- ¿Por qué no puedo comer carnes? Ni siquiera un pescado? nada?
- Sí -interrumpió Wamán con una seriedad novedosa para Richard- estas son las prohibiciones y tienen su razón de ser. Ustedes los hombres blancos van a acabar con la naturaleza, y la forma de vida indígena les parece primitivo. En el camino te contaré muchas cosas, por ahora sé paciente y contempla la belleza a tu alrededor.



Dijose esto, Richard entró en silencio y experimentó una paz que hacia tiempo no sentía. Fluyendo por el río amazonas, fue cayendo la noche, el anciano rompe el silencio para decir que era hora de descansar.


Orillan la canoa, mientras se disponen a buscar algunas frutas para cenar:

- Deja tus cosas allí, estamos en medio de la selva, nadie nos va a robar.
- Comprendo -dijo Richard mientras tomaba su bolso- pero me siento más seguro con mis cosas cerca de mí.
- Espero comprendas tu locura cuando culmine el viaje. Ven conmigo, ¿Miras esos pájaros que comen los frutos de ese árbol? Esto es la naturaleza enseñándote lo que debes comer. Tomemos suficientes frutos para el viaje.

Ya es de noche, el viejo wamán se dispone a hacer una fogata, le pide a Richard que se siente a su lado:

- Mira hacia arriba, te voy a dar rapé
- Qué es eso? -Interrumpió Richard-
- No te preocupes -colocó una varilla en la nariz de Richard e inmediatamente sopló fuerte-

Richard empezó a toser angustiadamente mientras el anciano reía y le explicaba que era para limpiar sus vías respiratorias, alegando que a veces necesitamos un balde de agua fría para volver a sí.



Amaneció, Richard despierta. Se da cuenta que está solo y comienza a buscar al anciano... Wamán estaba como meditativo a la orilla del río. Richard se acerca a interrumpirlo mientras el anciano decía algunas palabras en algún idioma ancestral:

- Qué pasó viejo? tienes una expresión extraña.
- Tienes razón, tuve un sueño muy inquietante -Decía el anciano mientras recobraba su compostura- Estaba con mucha gente en una fila, en algún tipo de submundo. Como si estábamos en la espera para morir.
- Qué significa eso? yo no tengo muchos sueños.
- Ya lo imaginaba, es que vas dormido. Mirate, tienes tu bolso encima y ya estás listo para partir. Vamos a proseguir el viaje.



Se montaron en la canoa y siguieron por el río. Richard solamente pensaba en una hamburguesa y en sexo. Literal, haría lo que fuera por comer una hamburguesa después de tener sexo. Tal vez sea el efecto de la jungla en que estoy metido, se decía. Pasado un rato, pasaron por una zona totalmente deforestada, carente de vida vegetal y animal a las dos orillas del río, interrumpe el silencio:

- Qué ha pasado aquí? -preguntó Richard al anciano-
- Ah pues, éste es un claro ejemplo de la locura que tienen los hombres occidentales. Aquí habían miles de árboles de caucho y era todo perfecto, hasta hace unas cuantas décadas, que llegaron los hombres occidentales a robar todo el caucho y asesinaron a cada miembro de la tribu de los 'marubo', alegando que eran salvajes -dijo el viejo mientras reía- ¿qué ironía no? somos nosotros los indígenas los salvajes.


Richard quedó perplejo, pero en su mente pensaba que a lo mejor el anciano era racista o algo parecido, porque para él, el hombre blanco tenía culpa de todo.



Wamán interrumpe el remo y le pregunta a Richard:

- Dime, Richard, qué es lo que llevas en tu bolso? Que lo proteges como si fueran tus hijos.
- Pues, verás Wamán, no sé si logres entenderme -decía Richard mientras pensaba cómo explicar- lo que tengo en mi bolso son unas máquinas generadoras de bitcoins, que no es más que una moneda electrónica.
- ¿Moneda electrónica?
- Sí, es una nueva tendencia en el mundo del internet, pronto el dinero en papel moneda dejará de existir y todo será electrónico.
- Entonces, ¿esas máquinas te generan dinero electrónico? ¿Cómo es eso?
- Simplemente conecto las máquinas al enchufe eléctrico y al internet, y sin yo hacer absolutamente nada, me producirán riquezas.
- Ya va, estás queriendo decirme que esas máquinas son un árbol, el cual su fruto es el dinero? -preguntó el anciano con una expresión de terror en su cara-
-Exacto. Creo que es la manera más sencilla de explicarlo.
- Entonces no me cabe duda, el fin de los tiempos está cerca. Ya empiezo a entender el sueño que tuve esta madrugada.

El hombre blanco va a acabar con el mundo

Richard pensó que lo que dijo aquel hombre era una locura, pues sencillamente son primitivos y no están al tanto de los avances tecnológicos y de la sociedad. Pero no podía dejar de pensar en la carne, daba lo que fuera por un pescado, el cual estaba al alcance de su mano, solamente bastaba con pescar uno. Estaba insistente, le preguntaba al viejo cuánto faltaba para llegar al destino, a lo que el viejo respondía: "falta poco".



Pasada unas cuantas horas, el viejo se orilla:

- Richard, ya hemos llegado. Vamos a pasar por la tribu de los Kulina, no vayas a decir nada, déjame hablar a mí. Y me vas a tener que dar tu reloj, como tributo para que nos den paso a la montaña.

El anciano dijo esto, pero Richard estaba como poseído, tomó una lanza que llevaba el viejo y se abalanzó al río a pescar algún pez:

- Richard, qué haces? ya estamos tan cerca del yagé. No entiendes lo que haces, no puedes ver las razones por las cuales tenemos prohibido consumir carnes -dijo el anciano, molesto, pero a su vez, impotente al ver que nada impediría el salvajismo de Richard-


Richard pescó y como animal se llevó el pez a la boca, alegando que no aguantaba un minuto más de comer solamente ese fruto de mal sabor que le daba el viejo.



El viejo, decepcionado, pensó que tal vez así debía suceder, y que tal vez el gran espíritu haría una excepción con aquel hombre que no tenía conciencia de sí.

Visitaron la tribu de los Kulina, recibieron con mucho respeto al viejo Wamán, compartieron un rato y les dejaron pasar hacia la montaña en busca del yagé:

- No sabía que eres maestro del viento -dijo Richard confundido- qué significa eso?
- Pues verás, me inicié en los misterios del viento. No has sentido que soy como una brisa en tu cara? -preguntó el viejo mientras reía- mi trabajo es espantar a los venados y las serpientes que suben a las montañas, sólo la suavidad del viento repara y protege la montaña.
- Qué significa todo eso? -preguntó Richard confundido-
- Algún día entenderás, sigamos caminando.



Llegaron a la cima de la montaña, había una planta un tanto extraña, la cual tenía sólo una flor blanca:

- Mira, Richard, tanto hemos hecho sólo por esa planta. Esta noche nos visita el gran espíritu.


El anciano empezó a hacer una fogata y sacó un pequeño caldero y empezó a cocinar la bebida santa.


Llegada la noche, le sirve el trago de la ayahuasca a Richard y ruega para que el gran espíritu le conceda el poder, a pesar de haber incumplido las normas. Llegó hasta aquí, espero eso sirva como tributo:

- Toma Richard, esto era lo que querías. Toma

Dijose esto, Richard tomó el trago, lo primero que dijo fue:

- Qué horrible sabe!

El anciano reía:

- Lo sé. Yo también he venido a tomar y llevarme un poco a mi casa. Llegaste justo cuando se me había acabado. No te preocupes. Amanecerá y veremos.



Al amanecer, el anciano va a donde Richard y lo encuentra dormido. Lo despierta:

- Cuéntame, ¿qué te ha pasado?
- Nada, no entiendo esto. Había leído que el yagé iluminaba, que te daba una experiencia religiosa y superabas el límite, allá donde la divinidad se materializa. No me pasó absolutamente nada, lo que hice fue vomitar y pasé la noche con diarrea.
- Qué pena. Un viaje tan largo para nada. Tranquilo Richard, no estabas preparado. Pero ya tienes un cabello de dios en tu cabeza. Tarde o temprano, te llegará lo que buscas. De todas formas, sabes dónde encontrarme. No puedo cerrarme a brindarle la enseñanza ancestral al hombre blanco, todos dependemos de que ustedes aprendan la lección antes de que sea demasiado tarde".



Richard vuelve en sí. Abre los ojos, está en su apartamento, tiene su puro en la mano. El cielo retumba de sonidos, mira los misiles aproximándose a tierra. Se da cuenta que en menos de un minuto, ha tenido una epifanía. Las enseñanzas de Wamán ya las comprendía: el hombre blanco era un arquetipo de esa persona que se entrega a la codicia y nada lo podrá colmar, nada lo podrá satisfacer. Siempre querrá más, aunque ello signifique destruir nuestro propio mundo, casa o cuerpo.



Mirando el cielo, segundos antes del impacto del impacto de los misiles en tierra... Exclamó:

Wamán, me he iluminado. Aunque ya es demasiado tarde. Gracias

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