jueves, 1 de junio de 2017

Con sarcasmo diré: no estoy aquí por los perfectos.

Con sarcasmo, como aquel irreprochable ser respondió cuando le criticaron que comiera en su mesa con ladrones y prostitutas.

"No he venido aquí por los justos y sanos".

Y sepa usted entender el sarcasmo entre esas líneas.

Algunos se creen perfectos. De verdad lo creen.

Y los veo a diario, especialmente a los que se quejan del gobierno y también de las protestas. Son perfectos, todos somos culpables. Ellos no.

En el asfalto, siempre escucho a mis compañeros decir: estoy en la calle luchando por mí y también por ti.

Yo me desvinculo de ese comentario.

Yo estoy aquí por los enfermos, por los que a diario tienen que salir a revolucionar para poder comer algo.  Yo estoy aquí por el montón de injusticias. Por las víctimas.

Y yo estoy sano, en mi casa cuento con un plato de comida y no he sufrido alguna calamidad grave.

Pero soy un hombre consciente de mi imperfección, y en mis mejores días, no olvido que también puedo enfermarme. También, podría ver delante de mis ojos cómo toda mi vida se destruye por unas personas que se creen más poderosas que cualquiera.


Cuántas veces no he pensado: "estoy aquí en las calles arriesgando mi vida y mi libertad, y si me meten preso o me matan, lo más que harán por mí es un tuit" sí, apenas un tuit. Y estoy siendo optimista al respecto.

Pero luego cuando la mente queda en silencio, recuerdo que siempre una pequeña voz que no se tuerce, es la que soporta el peso del techo para que no nos caiga encima.

Ante la injusticia, ante el yugo del dictador, ante la afirmación del mal... Siempre existirá un hombre que se rebela, y frena la injusticia y prende en fuego todo a su paso.

Así siempre ha sido y siempre será.

En concordancia con los designios del cielo, siempre habrá un espíritu que sienta en su espalda todo el llanto y la sangre derramada de los inocentes. Siempre habrá un espíritu que sienta en su aliento, la fuerza del llamado de la verdad y la justicia.

 Sé que lo tengo. Por eso, aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno.

Porque me siento privilegiado ante la respuesta del altísimo, y si flaqueo, ya lo veo recriminandome: "¿qué te pasa, hombre de poca fe, acaso no he bajado un día a tu puerta y respondí a tu demanda?"


No flaquearé. Seguiré en el asfalto, codo a codo con mis compañeros. Miles de hermanos en una sola causa.

Sea en Venezuela, o en cualquier tierra donde vea que la mentira y la injusticia se ha hecho un reino.

Allí estaré, como soldado de la verdad, defendiendola con espada, o con dientes.

Es un privilegio luchar por los perfectos. A pura voluntad.

Porque no podría vivir conmigo mismo, sabiendo que pude defenderlos de la mentira.

No me quedaré de brazos cruzados. Aunque sé que hoy me recriminan y mañana, cuando ganemos, se olvidarán de mí.

Ustedes a mí no me dan nada. Por eso me da igual que me quieran o me olviden.

A mí, todo me lo da mi conciencia. Y a ella me debo. Y mi conciencia se debe al cielo.

Al cielo me debo.

Y si me llama, de prisa acudiré.






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